El Teatro Victoria en el contexto del XXIII Festival de teatro Contemporáneo Encuentros  acogió  la obra «Bebébestia», una pieza escénica que transforma la voz en cuerpo, en aliento, en partitura de lo invisible. Creada e interpretada por el artista Gustavo Giménez, esta propuesta híbrida y radical hace de la sonoridad un eje sensible, donde el lenguaje se fragmenta  y se desborda más allá del significado.

La voz como instrumento

En «Bebébestia», la voz no se limita a ser vehículo de palabras: es instrumento, es textura, es cuerpo que vibra. Giménez, con su reconocida trayectoria en la experimentación vocal, nos guía por un viaje íntimo y desconcertante que evoca la infancia, la ternura, el balbuceo, pero también el miedo, la confusión y la memoria. La pieza se sostiene en una poética de lo vulnerable, donde lo sonoro deviene una forma de tocar al otro sin tocarlo.

La voz como materia poética

El título  juega con lo lúdico, con lo diminuto, con lo que apenas empieza a decirse. En escena, la voz se vuelve juego y rito, desarmando el lenguaje adulto para regresar a un estado primario, casi animal, casi onírico. Hay momentos en los que el espectador no sabe si está escuchando una canción, un lamento o una invocación, y esa ambigüedad es precisamente una de las potencias de la obra.

Gustavo Giménez, artista e investigador de la voz, ha sabido construir un universo escénico minimalista pero cargado de capas sensoriales. La propuesta dialoga con la performance, la poesía sonora, el teatro físico y la composición musical experimental, pero desde un lugar profundamente humano y sensible.

«Bebébestia» no se explica, se escucha, se siente, se recibe. Es una invitación a afinar el oído, a escuchar con todo el cuerpo y a dejarnos atravesar por una voz que no pretende decir, sino resonar. El Teatro Victoria, una vez más, se convierte en refugio para la escena contemporánea que se atreve a explorar lo desconocido.

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Jessel Silva | 

Equipo de comunicación