En la noche del viernes pude disfrutar de un espectáculo intergeneracional que por decirlo de una forma muy simplista’reflexiona sobre el proceso de educación’, su título: El hijo que quiero tener.
El hijo que quiero tener es el precioso resultado de un taller de teatro intergeneracional que la compañía valenciana lleva allá donde ve programado su espectáculo. Durante una semana los miembros de la compañía coordinan un taller en el que participan amantes del teatro de diversas generaciones. En esta ocasión el taller fue impartido por Alex Cantó, actor y gerente del Pont, quien contó con diecisiete participantes. Jóvenes de entre 10 y 12 años y adultos de 40 a 70 años. Todos, ellas y ellos han participado esta noche en la representación del espectáculo junto a otros dos miembros de la compañía: Pau Pons y Jesús Muñoz.
Reenarmorarse del Teatro con el Pont Flotant
El equipo artístico de El pont flotant ha creado un espectáculo realmente bello, que te hace vibrar de principio a fin. El espacio escénico se moldea como la “plastelina”- que decimos en Canarias- de colores. Un espacio de juego donde los corazones de veinte intérpretes se abren de par en par. Allí vi expuesto los miedos y deseos de distintas generaciones. La ejecución y manipulación de los elementos, así como la transformación del espacio se hace tan sutil y elegantemente que se suma a la poesía de su bonito diseño de iluminación y su música de ilustración.
Con el hijo que quiero tener aprendí que se aprende siempre, recordé que la sociedad nos moldea y que nosotros moldeamos a los que quedan por venir ¡Qué gran responsabilidad la que nos toca! Y “¿qué hijos querríamos tener?”.
Disfruté con tres magníficas interpretaciones de los valencianos. Se me hace imposible analizar por separado la interpretación de cada uno de ellos y ella. Alex, Pau y Jesús están completamente compenetrados, se nota una gran escucha que trasciende la escena –esas cosas se notan-. Ninguno por encima del resto, muestran su control de los tiempos del humor a la perfección. Mueven al público por las emociones y te hacen volar, y cuando te das cuenta: ¡estás volando!
Ese acento valenciano que acaricia el oído atrapó al público del Victoria –esas cosas también se notan- Qué bello ha sido enamorarse del teatro, de su capacidad didáctica y reflexiva, de su fuerza de cambio, de su capacidad de unión y de hacernos un poco más felices cuando con una sonrisa en la cara, lágrimas en los ojos y los pelos de punta salimos del Teatro y nos vamos a casa con ganas de más.
Rocky Laguancha