En el corazón del arte en movimiento, la danza contemporánea emerge como una práctica que conecta cuerpo, emoción y pensamiento. Esta semana, tuvimos el placer de entrevistar a Laura Marrero artista y docente con una trayectoria comprometida con la danza contemporánea y su dimensión pedagógica.
Durante nuestra conversación, exploramos cómo el movimiento se convierte en un lenguaje expresivo que trasciende lo técnico para abrir espacio a la creatividad, la reflexión y el autoconocimiento. En la entrevista, también profundizamos en su forma de enseñar, su relación con los estudiantes y los procesos de creación escénica que ha desarrollado en los últimos años: «Lo vital para mí a la hora de enseñar es pensar que cada persona tiene un cuerpo distinto, así que hay que conocer al estudiante y depués observar como aplica todo lo que va aprendiendo» nos compartía Laura, mientras hablaba de su enfoque basado en la escucha corporal y el trabajo colaborativo.
En la danza contemporánea, la improvisación suele ser vista como una vía de exploración libre, una forma de crear desde el presente y dejar que el cuerpo hable sin estructuras rígidas. Sin embargo, algunas docentes como Laura Marrero defienden un enfoque más consciente y técnico, donde la improvisación no sea un punto de partida vacío, sino el resultado de una construcción sólida: «Mientras mas conoces tu cuerpo más recursos tienes para improvisar», sentencia. Desde ejercicios de conciencia corporal hasta exploraciones sobre temas sociales y emocionales, su propuesta pedagógica se mueve entre lo artístico y lo humano.
Lo que el cuerpo cuenta
Más allá de la técnica, más allá del escenario, la conversación con Laura Marrero nos deja una certeza: la danza contemporánea es un lenguaje vivo que invita a habitar el cuerpo con presencia, a cuestionar estructuras y a crear desde lo auténtico : «Se supone que venimos a clase a pasarlo bien, cada quien tiene sus propios retos y frustaciones, pero cuando hay algo que se ha superado también estoy ahí para recordar todo lo que pueden lograr», afirma. En su práctica docente, no solo hay un compromiso con el movimiento, sino con el crecimiento humano y la construcción de espacios seguros para explorar lo que somos.
La pedagogía contemporánea del movimiento vivo
En un mundo que muchas veces nos empuja a la desconexión, propuestas como la suya nos recuerdan la potencia de volver al cuerpo como territorio de escucha, como canal de expresión para narrar nuestras historias, tanto individuales como colectivas: «Cada persona tiene una expresion única e irrepetible y necesitamos cada vez más de eso». La danza, entonces, se convierte en un puente entre lo íntimo y lo social, entre lo visible y lo invisible.
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Jessel Silva |
Equipo de comunicación