Cuando pensamos en danza, muchas veces imaginamos cuerpos en puntas y movimientos elegantes que rozan la perfección. Es la imagen que el ballet clásico ha dejado en nuestra memoria colectiva: una técnica precisa, exigente y profundamente ligada a la tradición. Sin embargo, existe otra forma de bailar que nace desde la ruptura, desde la necesidad de explorar el cuerpo más allá de sus límites establecidos. Esa es la danza contemporánea.

La danza contemporánea surge como una respuesta a la rigidez del ballet, buscando nuevas maneras de moverse, de habitar el espacio y de conectar con la emoción. A diferencia del ballet, que se apoya en posturas codificadas, narrativas lineales y música clásica, la danza contemporánea propone un cuerpo más libre, en contacto con el suelo, que investiga el peso, la caída, el impulso. El movimiento se convierte en lenguaje abstracto, en metáfora, en pregunta. Aquí no se trata de contar historias evidentes ni de mostrar una belleza ideal, sino de transmitir sensaciones, ideas o conflictos a través del cuerpo.

El ballet clásico nos habla de control, simetría y elevación; la danza contemporánea, en cambio, se permite caer, temblar, romper el eje, respirar en escena. Mientras una se estudia desde la infancia con disciplina férrea, la otra puede surgir desde distintos recorridos: teatro físico, artes visuales, prácticas somáticas o incluso desde experiencias personales que encuentran en el cuerpo una forma de expresión.

Cuerpos libres, danza viva

En Canarias, esta forma de danza ha crecido con fuerza en los últimos años, dialogando con el territorio, los cuerpos diversos y las nuevas narrativas. Festivales, residencias, espacios escénicos alternativos y compañías independientes han abierto caminos para que el movimiento se vuelva también un acto de resistencia, una forma de crear comunidad y de habitar el arte desde lo vivo.

Quizá al principio no entendamos una pieza contemporánea. Pero ahí reside su potencia: nos invita a sentir antes que a juzgar, a mirar con otros ojos, a entregarnos al misterio del cuerpo que dice sin hablar.

Y tú, ¿te animas a mirar la danza desde otro lugar?

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Jessel Silva | 

Equipo de comunicación