No hay función en el Teatro Victoria sin la sonrisa de Dosi Andrade en la entrada. Todos la conocen como “la abuela del teatro”, aunque su labor va mucho más allá de la ternura con la que saluda a cada espectador. Con una entrega silenciosa y constante, Dosi colabora del teatro, haciendo de taquillera, acompañando, ayudando, estando siempre pendiente de todo y de todas.

Gallega de nacimiento, oriunda de A Coruña, llegó a Tenerife hace muchos años —tantos, que ni ella misma lo recuerda con exactitud— buscando un cambio de aires por motivos de salud. Aquí echó raíces y encontró en el Victoria un hogar alternativo.

La abuela: Memoria, manos y corazón de un teatro que también es su casa

“El teatro siempre me ha gustado”, cuenta con esa calidez que la caracteriza. Su vínculo con el espacio nació a través de su hija, bailarina, quien fue su primer lazo con la danza y con la gente del teatro. “Fue por ella que conocí a Roberto y comencé a venir”, dice con una mezcla de nostalgia y orgullo. Y desde entonces, no ha dejado de estar.

Peluquera de profesión y vocación, Dosi desafió los mandatos familiares desde joven. Fue hija en una casa de doce hermanos, pero nunca quiso seguir el negocio familiar: ella soñaba con peinar, con embellecer, con conversar entre tijeras y espejos. Ese espíritu independiente la ha acompañado siempre.

Aunque al llegar a Tenerife no todo fue fácil —“por ser ‘goda’, al principio me costó un poco” recuerda—, hoy su nombre y su presencia son sinónimo de cariño, comunidad y constancia.

En cada saludo, en cada entrada que corta, en cada mirada cómplice a los actores, actrices, bailarinas y bailarines antes de salir a escena, Dosi demuestra que el teatro no solo vive en las tablas, sino también en quienes lo sostienen desde el amor.

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Jessel Silva | 

Equipo de comunicación